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Yo fuí a EGB.Los años 60's y 70's.La dictadura franquista en los 60's.

La dictadura franquista desde el final de la Guerra Civil, a la década de los 60.

La España de mi infancia y la de a mayoría de los niños de la época,fué una España de represión.Para poneros en antecedentes es inevitable que esta parte de mi blog "rebobine" más allá de las décadas a las que está dedicado para poder tener una visión más amplia de la España de los 60 y 70.
Cuando nací,en el año 1965,vivíamos en un régimen dictatorial,"la dictadura de Franco".....
Se conoce como dictadura de Franco o franquista —o régimen de Franco al período de la historia contemporánea de España correspondiente con el ejercicio por el general Francisco Franco de la jefatura del Estado y con el desarrollo del franquismo; esto es, desde la guerra civil española (1936-1939) hasta su muerte y sucesión en 1975.Su amplia dimensión temporal y la marcada presencia del propio Franco en toda ella hace que a menudo se utilice para designarla la expresión era de Franco.
El principal rasgo definitorio del régimen franquista fue que una única persona, el Generalísimo Franco —de ahí el nombre con el que se conoce—, acumuló en sus manos unos poderes omnímodos como ningún otro gobernante había gozado jamás en la historia de España. La Ley de Reorganización de la Administración Central del Estado, promulgada por el propio Franco solo cuatro meses después del final de la Guerra Civil Española, así lo confirmó al atribuir al Caudillo, «invicto y providencial», todos los poderes ejecutivos y legislativos:
Artículo 7. Correspondiendo al Jefe del Estado la suprema potestad de dictar normas de carácter general, conforme al artículo 17.º de la Ley de 30 de enero de 1938, y radicando en él de modo permanente las funciones de gobierno, sus disposiciones y resoluciones, adopten la forma de Leyes o Decretos, podrán dictarse, aunque no vayan precedidas de la deliberación del Consejo de Ministros, cuando razones de urgencia así lo aconsejen, si bien el Jefe del Estado dará después conocimiento de a aquél de tales disposiciones o resoluciones.
Franco siempre consideró su propio mandato como “vitalicio”: en uno de sus momentos más bajos, declaró enfáticamente a un destacado general en una conversación privada: “Yo no haré la tontería de Primo de Rivera. Yo no dimito, de aquí al cementerio”. Creía que su victoria absoluta en una guerra civil desesperada le había dado un cierto derecho de conquista, de modo que podía aspirar a un mandato histórico, incluso divino, para conservar su posición de Caudillo mientras se lo permitiesen sus condiciones físicas.Y así lo hizo...
 La ideología —o mentalidad— franquista se basaba en cinco sencillas y genéricas «ideas motrices» «que recogían el universo doctrinal compartido por todas las instituciones y "familias" de la derecha española por igual y sin conflicto»:
  1. El antiliberalismo, que se reflejaba en su rechazo a todos los principios e ideas propias de los regímenes liberales y democráticos, identificados con la masonería. Al principio este antiliberalisrno fue acompañado del anticapitalismo propio de la retórica fascista.
  2. El anticomunismo, en el que el franquismo incluía no sólo al comunismo propiamente dicho, sino a todas las ideas y organizaciones obreristas, incluidas las socialistas y anarquistas. Además el franquismo al igual que los fascismos identificaba el «comunismo» —o «bolchevismo»— con el «Judaísmo».
  3. El radical nacionalismo españolista uniformista y centralista, que tachaba de «separatista» cualquier idea o proyecto diferente por moderado que fuera.
  4. El catolicismo integrista, que dará nacimiento al «nacionalcatolicismo».
  5. El conservadurismo social tradicional y reaccionario que puso fin a las medidas secularizadoras y modernizadoras republicanas (como la ley de Divorcio, los cementerios civiles, la coeducación, la educación laica, etc.) al entregar de nuevo al clero católico el control de las costumbres civiles y de la vida intelectual del país.
Así por ejemplo, en el libro de texto de 1939 Catecismo patriótico español se decía que «los enemigos de España son siete: «el liberalismo, la democracia, el judaísmo, la masonería, el capitalismo, el marxismo y el separatismo».

CATECISMO PATRIÓTICO ESPAÑOL AÑO 1939
El primer franquismo (1939-1959) fue la primera etapa de la historia de la Dictadura del general Franco comprendida entre el final de la Guerra Civil Española y el abandono de la política autárquica con la aplicación del Plan de Estabilización de 1959, que dio paso al franquismo desarrollista o segundo franquismo que duró hasta la muerte del Generalísimo.
Cuando se inició la Segunda Guerra Mundial el 1 de septiembre de 1939, el general Franco se vio obligado a proclamar «la más estricta neutralidad» de España debido a las precarias condiciones económicas por las que atravesaba el país tras una guerra civil que hacía solo cinco meses que había terminado. Pero las victorias alemanas sobre Holanda, Bélgica y Francia en junio de 1940 y la entrada en la guerra de Italia del lado de Alemania —el día 10—, dieron un vuelco a la situación. Y así el 13 de junio de 1940, cuando los alemanes estaban a punto de entrar en París, el general Franco abandonaba la «estricta neutralidad» y se declaraba «no beligerante», que era el estatuto que había adoptado Italia antes de entrar en la guerra. Al día siguiente las tropas españolas ocupaban Tánger, ciudad internacional que quedó incorporada de hecho al Protectorado español de Marruecos.
El 23 de octubre de 1940 Franco y Hitler mantuvieron una entrevista en Hendaya para intentar resolver los desacuerdos sobre las condiciones españolas para su entrada en la guerra del lado de las potencias del Eje. Un primer resultado del encuentro fue la firma de un protocolo secreto en el que Franco se comprometía a entrar en la guerra en una fecha que él mismo determinaría y en el que Hitler garantizaba solo vagamente que España recibiría «territorios en África». Otro resultado fue que, cuando Hitler inició la invasión de la Unión Soviética el 22 de junio de 1941, el general Franco decidió enviar un contingente de soldados y oficiales voluntarios (unos 47.000 hombres), que seria conocido con el nombre de «División Azul» (por el color del uniforme falangista).

HITLER Y FRANCO EN HENDAYA 23 DE OCTUBRE DE 1940

PROPAGANDA DE RECLUTAMIENTO DE LA DIVISIÓN AZUL
DESPEDIDA A LAS TROPAS DE LA DIVISIÓN AZUL AÑO 1941
 SOLDADOS DE LA DIVISIÓN AZUL EN RUSIA

Al compás de los éxitos militares del Eje el régimen franquista aceleró su proceso de fascistización, es decir, de adopción del ideario fascista y de sus formas específicas de organización política y social, siguiendo sobre todo el modelo de la Italia fascista.La inspiración y dirección del proceso corrió a cargo del cuñadísimo Ramón Serrano Suñer. Así se puso en marcha el encuadramiento y la movilización social a través de tres organizaciones sectoriales del «partido único» FET y de las JONS (el Frente de Juventudes, el Sindicato Español Universitario (SEU) y la Sección Femenina, cuya finalidad era «formar a la mujer con sentido cristiano y nacionalsindicalista» ) y un extenso entramado «nacionalsindicalista», llamado Organización Sindical Española (OSE), en el que estaban obligados a afiliarse todos los «productores» (empresarios y trabajadores).
En noviembre de 1942 tropas británicas y norteamericanas desembarcaban en el norte de África para desalojar de allí al Afrika Korps de Rommel y a las tropas italianas. Para Franco era el fin de sus sueños imperiales y un posible riesgo de invasión por parte de los aliados dado su alineamiento con Alemania e Italia. Pero no fue hasta después de la caída de Mussolini en julio de 1943 tras el desembarco aliado en Sicilia, cuando el general Franco volvió a la «estricta neutralidad» en contra de sus propios deseos y en noviembre ordenaba la retirada del frente ruso de la «División Azul» además de la paralización del proceso de fascistización.El cambio en el signo de la guerra propició la más grave crisis que vivió el poder dictatorial del Generalísimo Franco. El 8 de septiembre de 1943, recibió una carta firmada por ocho de los doce tenientes generales en la que le pedían que considerase la restauración de la monarquía, tal como le había reclamado don Juan de Borbón, heredero legítimo de Alfonso XIII, en una carta enviada al Generalísimo unos meses antes —será la única vez en 39 años que la mayoría de los generales le pedían a Franco que renunciara—. Pero Franco no hizo la más mínima concesión y se limitó a esperar y a situar en los puestos claves a militares fieles a su persona.
Mientras tanto la situación económica no mejoraba debido fundamentalmente a la catastrófica política económica autárquica e intervencionista que se estaba aplicando. El resultado era una pésima asignación de los recursos productivos, y la prueba del mal funcionamiento del sistema fue que inmediatamente surgió, al margen del mercado regulado (y de las cartillas de racionamiento), un mercado negro, conocido como «estraperlo», hacia el que se canalizaban los productos ya que a allí alcanzaban unos mayores precios.

IMAGENES DE CARTILLAS DE RACIONAMIENTO

Así pues, la aplicación de la política autárquica e intervencionista al servicio de «un Estado imperial militar» provocó «una profunda depresión económica que duró más de una década». Se produjo una fuerte caída de la producción agraria que provocó una gravísima hambruna y únicamente cuando la escasez llegó a ser dramática en la segunda mitad de la década de los 40, el general Franco, autorizó la importación de productos alimentarios, por lo que sólo gracias al trigo argentino y norteamericano, España se salvó de una total catástrofe alimentaria.Empeoraron las condiciones de vida y trabajo de los jornaleros, de los campesinos pobres, de los obreros de las industrias y de los trabajadores de los servicios, con un marcado descenso de los salarios reales. Se interrumpió el proceso de industrialización que España venía experimentando desde la segunda década del siglo XX, y no se consiguió recuperar los niveles industriales de 1935 hasta quince años después de terminada la guerra, en 1955.Se disparó la inflación, debido a los cuantiosos déficits presupuestarios financiados con emisiones de deuda pignorable que era tomada por la banca privada, que la podía transformar inmediatamente en efectivo (monetizar) en el Banco de España.El historiador de la economía Carlos Barciela al hacer balance de los años de la autarquía franquista ha destacado que «el consumo de la población, incluido el de productos de primera necesidad se hundió de forma dramática, y el hambre se cebó en millones de españoles» por lo que concluye que la «evolución de la economía española en los años cuarenta fue catastrófica».
Tras el final de la II Guerra Mundial,en la Conferencia de Postdam las tres potencias vencedoras  (Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética) hicieron pública una declaración sobre la «cuestión española» que decía:
Los tres gobiernos,  se sienten obligados a declarar que, por su parte, no apoyarán ninguna solicitud de ingreso (en la ONU) del presente Gobierno español, el cual, habiendo sido establecido con el apoyo de las potencias del eje, no posee, en razón de sus orígenes, su naturaleza, su historial y su asociación estrecha con los países agresores, las cualidades necesarias para justificar ese ingreso."
La respuesta del franquismo al aislamiento internacional y al recrudecimiento de la oposición monárquica, fue la paralización definitiva del proceso de fascistización, y la introducción de ciertos cambios que lo hicieran más presentable exteriormente, «pero sin reducir un ápice el poder omnímodo y vitalicio» del «Generalísimo».Un primer paso fue la promulgación el 17 de julio de 1945, del Fuero de los Españoles, tercera de las «leyes fundamentales», que pretendía ser una carta de derechos y libertades pero imponía muchas restricciones y no daba garantías en su ejercicio por lo que constituyó una mera manifestación retórica.El 22 de octubre de 1945 Franco promulgó la Ley del Referéndum Nacional —cuarta de las «leyes fundamentales»— que permitía al Jefe del Estado someter a consulta de los españoles aquellos proyectos de ley que considerase oportunos.
Sin embargo, los cambios «cosméticos» y la campaña y la actividad desplegada para convencer al mundo de que el franquismo no había tenido nada que ver con las potencias fascistas derrotadas en la guerra, no surtieron ningún efecto inmediato. El ostracismo efectivo del régimen franquista se inició el 28 de febrero de 1946, cuando el gobierno francés cerró la frontera con España y cuatro días después una declaración conjunta de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia expresaba su repudio del franquismo y su confianza en que «españoles patriotas y de espíritu liberal encontrarán los medíos para conseguir una pacífica retirada de Franco» y el retorno a la democracia.
Al mismo tiempo la cuestión de las sanciones a imponer al régimen franquista fue debatida en la ONU a lo largo de ese año, 1946, siempre con la negativa de Gran Bretaña y de Estados Unidos a acordar medidas económicas o militares. Finalmente, el 12 de diciembre de 1946, la Asamblea General de la ONU acordó por 34 votos a favor, seis en contra y trece abstenciones, la condena del régimen franquista en la que se decía que «por su origen, naturaleza, estructura y comportamiento general, el régimen de Franco es un régimen fascista, organizado e implantado en gran parte merced a la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia de Mussolini», lo que «hace imposible que este pueblo participe con los de las Naciones Unidas en los asuntos internacionales… hasta que se forme en España un gobierno nuevo y adecuado… cuya autoridad emane del consentimiento de los gobernados». A continuación recomendaba la inmediata retirada de los embajadores acreditados en Madrid. Esta última medida fue aplicada por la gran mayoría de los países.
El régimen franquista organizó el 9 de diciembre de 1946 una gran manifestación de «indignación nacional» en la Plaza de Oriente de Madrid bajo el lema «¡Franco sí, comunismo no!» y desde el balcón principal del Palacio Real el Caudillo se dirigió a la multitud y atribuyó el aislamiento del régimen a una conjura de la masonería y el comunismo. Además el mismo día que la Asamblea General de la ONU condenaba al régimen, las Cortes franquistas aprobaban acuñar nuevas monedas con la efigie de Franco con la leyenda: «Francisco Franco Caudillo de España por la Gracia de Dios».Otra vía para hacer frente al aislamiento fue buscar el apoyo internacional de los círculos católicos y anticomunistas en todo el mundo, especialmente entre los países latinoamericanos —donde encontró el apoyo del general Juan Perón en Argentina.
MANIFESTACIÓN  EN LA PLAZA DE ORIENTE DEL 9 DE DICIEMBRE DE 1946

Sin embargo, la estrategia principal del franquismo para sobrevivir fue buscar la legitimación monárquica. Así, en marzo de 1947 se dio a conocer la «crucial» Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (quinta «ley fundamental»), en cuyo artículo 1° se definía la forma del régimen político español como «un Estado católico, social y representativo, que, de acuerdo con su tradición, se declara constituido en Reino». El artículo 2° otorgaba de modo vitalicio la «Jefatura del Estado» al «Caudillo de España y de la Cruzada, Generalísimo de los Ejércitos», convirtiendo así a Franco en regente de hecho y de por vida en esta «monarquía sin rey». El artículo 6° confería a Franco el derecho a designar sucesor «a título de Rey o de Regente» «en cualquier momento» y con plena capacidad de revocación de su decisión.
Al no hacerse mención a ningún derecho dinástico de sucesión, la respuesta de don Juan de Borbon fue una nueva declaración —el Manifiesto de Estoril del 7 de abril de 1947— en la que rechazó la Ley y defendió los derechos hereditarios de sucesión al trono, que recaían en su persona. Este mensaje no se hizo público en España, donde la prensa lanzó una campaña contra «el pretendiente». A partir de la promulgación de la Ley de Sucesión, Franco actuó «al modo de un monarca en el recientemente proclamado reino de España» y «tomó para sí las prerrogativas reales hasta el punto de crear títulos nobiliarios». Para buscar la legitimidad «democrática» del régimen, la ley fue primero aprobada por las Cortes el 7 de junio, y luego sometida a referéndum el 6 de julio de 1947, produciéndose una altísima participación y el voto afirmativo del 93 % de los votantes como resultado de la propaganda oficial —la única que se permitió— y de otras medidas de presión —por ejemplo, la presentación y sellado de la cartilla de racionamiento como forma de identificación electoral.
A finales de 1947 aparecieron las primeras pruebas de que el inicio de la guerra fría estaba cambiando la actitud de las potencias occidentales hacia el régimen de Franco al tener España un valor estratégico para el bloque del «mundo libre» ante un posible «ataque comunista» sobre Europa Occidental. A principios de 1948 Francia reabría la frontera con España y a principios de 1949 el régimen franquista recibía el primer crédito concedido por un banco norteamericano con la aprobación de su gobierno —por valor de 25 millones de dólares.El proceso de «rehabilitación» de la dictadura franquista se completó formalmente en 1950, después de que en junio de ese año estallara la guerra de Corea. El 4 de noviembre de 1950 la Asamblea General de la ONU revocó por amplia mayoría —gracias al apoyo norteamericano y a la abstención francesa y británica— la resolución de condena del régimen franquista de diciembre de 1946. Así en los meses siguientes regresaron a Madrid los embajadores occidentales y se aprobó la entrada de España en los organismos internacionales especializados de la ONU.
La rehabilitación internacional del régimen franquista y la aprobación en referéndum de la Ley de Sucesión en julio de 1947 debilitó hasta tal punto a la opción monárquica, que don Juan de Borbón cambió de estrategia respecto a Franco y el 25 de agosto de 1948 se entrevistó con el Generalísimo en su yate Azor anclado en el golfo de Vizcaya. Como resultado de la misma se acordó que el hijo de don Juan, Juan Carlos de Borbón, se educaría en España bajo la tutela del general Franco —el 7 de noviembre el príncipe, de 10 años de edad, llegaba a España.
Por su parte, la oposición republicana, ante el reconocimiento internacional del franquismo, se quedó sin argumentos, y la actividad guerrillera decayó. Los comunistas abandonaron la guerrilla por completo en 1952, mientras que los anarquistas aún llevarían a cabo acciones esporádicas hasta 1963. Así pues, desde 1949 y hasta la década de los sesenta, la oposición antifranquista interna y del exilio vivió su «travesía del desierto».
En 1951 volvió la protesta obrera a consecuencia de las penosas condiciones laborales y el incremento de los precios con la huelga de tranvías de Barcelona de 1951,lo que obligó al general Franco a reaccionar, y en julio nombró un nuevo gobierno que debería rectificar en parte la política económica para asegurarse que la conflictividad social no se reproducía, aunque siguió siendo un gabinete con el predominio del catolicismo político. En él, por fin entró Carrero Blanco, con el rango de ministro subsecretario de la Presidencia.
HUELGA DE TRANVÍAS EN BARCELONA AÑO 1951


Las negociaciones con Estados Unidos para la instalación de cuatro bases norteamericanas en territorio español (el llamado "Pacto de Madrid")a cambio de una limitada ayuda económica y militar, culminaron con la firma de tres «pactos ejecutivos» por los que España quedaba incorporada al sistema de defensa occidental, pero sin acceder a la toma de decisiones al ser vetado su acceso a la OTAN. Las bases que se iban a instalar estaban teóricamente bajo la soberanía conjunta de España y de Estados Unidos, pero existía un acuerdo secreto adicional, por el que Estados Unidos podía decidir unilateralmente cuándo utilizarlas «en caso de evidente agresión comunista que amenace la seguridad de Occidente». Por otro lado, se almacenó armamento atómico en ellas, a pesar de las protestas de las autoridades franquistas.El principal beneficio de los Pactos fue político, ya que gracias a ellos el régimen franquista abandonó definitivamente el aislamiento internacional que había padecido desde 1945.Después del acuerdo de la Asamblea General de 1950, España pudo integrase progresivamente en los organismos especializados de la ONU, y finalmente (en diciembre de 1955) fue admitida como miembro de pleno derecho de la ONU. Era el final del aislamiento del franquismo.
En febrero del año siguiente se produjeron unos incidentes violentos en la Universidad de Madrid como resultado del enfrentamiento entre estudiantes que se estaban manifestando a favor de elecciones libres al SEU y un grupo de falangistas que venían de celebrar la ceremonia anual del «Día del estudiante caído». Como resultado de la reyerta hubo un estudiante falangista gravemente herido de un balazo en el cuello (probablemente por disparo de uno de sus compañeros, que iban armados).Era la primera crisis interna de envergadura a la que tuvo que enfrentarse el Régimen desde 1942 —el 11 de febrero se decretaba por primera vez desde su promulgación la suspensión de los artículos 14 y 18 del Fuero de los Españoles— que Franco la resolvió destituyendo a los dos ministros «responsables» de los hechos: al católico Joaquín Ruiz Giménez, ministro de Educación, y al falangista Raimundo Fernández Cuesta, Secretario General del Movimiento y responsable del SEU.
NOTICIA EN LA PRENSA DE LA SUSPENSIÓN DE LOS ARTÍCULOS 14 Y 18 DEL FUERO DE LOS ESPAÑOLES

En este contexto se produjo la independencia de Marruecos y la guerra «secreta» de Ifni. En marzo de 1956, Francia otorgó la independencia á la zona de Marruecos que estaba bajo su Protectorado, lo que obligó a hacer lo mismo un mes después al gobierno español —al producirse también en su zona disturbios independentistas—. Y a continuación el nuevo Estado de Marruecos reclamó también la soberanía sobre el enclave de Ifni, un territorio en la costa atlántica marroquí bajo soberanía española que no formaba parte del Protectorado español en Marruecos, por lo que no fue cedido en el momento de la independencia. La guerra de Ifni fue silenciada por la prensa y hasta febrero de 1958 no se consiguió restablecer la normalidad en Ifni y en el Sahara Occidental.
A partir de 1958 volvieron a aparecer las huelgas —que continuaban siendo un delito—, sobre todo en Asturias y en Cataluña, centradas en las reclamaciones salariales ya que la inflación estaba provocando la caída de los salarios reales. En particular, la minería de la hulla asturiana fue escenario de recurrentes huelgas que aportaron un nuevo mecanismo de representación obrera que iba a tener singular éxito en el futuro: la comisión de obreros elegida entre los huelguistas, al margen de los «enlaces sindicales» y de los «vocales jurados de empresa» de la Organización Sindical franquista, para plantear sus reclamaciones directamente a la dirección de su empresa o a los patronos. La intensidad del movimiento huelguístico asturiano fue tal que llevó a Franco a decretar el 14 de marzo de 1958 la segunda suspensión del Fuero de los Españoles y el estado de excepción en la región por cuatro meses.
Los años cincuenta se cerraron con dos acontecimientos bastante importantes en la historia del franquismo: la inauguración el 1 de abril de 1959 —20 años después del final de la guerra civil— del Valle de los Caídos, el monumento conmemorativo del «Generalísimo» a su victoria en la Guerra Civil y que iba a acoger sus restos cuando muriera; y la breve visita a Madrid del presidente de los Estados Unidos, el general Eisenhower, en diciembre de 1959, nada menos que el excomandante en jefe de los ejércitos aliados que habían derrotado a las potencias fascistas en la II Guerra Mundial.Esta visita, «probablemente constituyó la apoteosis internacional de la dictadura de Franco».
INAUGURACIÓN DEL VALLE DE LOS CAÍDOS AÑO 1959
CONSTRUCCIÓN DEL VALLE DE LOS CAÍDOS
VISITA DE EISENHOWER A ESPAÑA AÑO 1959
Entre 1957 y 1959 la economía española se encontraba «al borde del abismo» y para afrontar esta difícil situación el equipo de «tecnócratas» del Opus Dei del gobierno nombrado en 1957 puso en marcha el Plan de Estabilización y Liberalización, un conjunto de disposiciones decretadas entre el 17 de julio y el 5 de agosto de 1959 con la finalidad de «dar una nueva dirección a la política económica, a fin de alinear la economía española con los países del mundo occidental y liberarla de intervenciones heredades del pasado que no se corresponden con la necesidades de la situación», según consta en el Memorándum aprobado el 30 de junio y dirigido por el gobierno español al FMI y a la OECE.
Los objetivos del Plan fueron alcanzados con bastante rapidez —estabilización de los precios, tipo de cambio de la peseta mantenido, saneamiento de la balanza de pagos, al combinarse la caída de las importaciones con el aumento de los ingresos por turismo y las primeras inversiones extranjeras— y así se conjuró el peligro de la suspensión de pagos. A partir de ese momento la economía española experimentó un crecimiento sin precedentes que acabó transformando radicalmente la estructura social del país. La razón de este crecimiento hoy no ofrece dudas. Gracias a las medidas liberalizadoras puestas en marcha, la economía española pudo aprovechar, por fin, las favorables condiciones del mercado internacional y los impactos positivos del «hipercrecimiento» que se estaba produciendo en las economías occidentales desde el final de la II Guerra Mundial.
Así pues, se puede decir que el crecimiento de los «dorados sesenta» fue el resultado de una recuperación de oportunidades anteriormente perdidas a causa de las limitaciones que imponían la política autárquica e intervencionista, ya que a partir de 1959 se pudieron aprovechar cuatro componentes esenciales: los bajos precios de las materias primas, en general, y de los productos energéticos en particular, especialmente el petróleo; la mayor disponibilidad de nuevas fuentes de financiación exterior, nutrida ahora de remesas de emigrantes [6000 millones de dólares entre 1960 y 1975] , divisas de turistas [de 6 millones de visitantes en 1960 se pasó a más de 34 millones en 1973] y entradas de capital [cerca de 7000 millones de dólares entre 1960 y 1973] , a modo de elementos compensadores de los fuertes déficits comerciales registrados en el periodo; la fácil adquisición, en un mercado internacional expansivo, de la tecnología y de los productos necesarios para secundar los cambios que el propio crecimiento impone en los patrones de la demanda de bienes de producción y de consumo; y las abundantes disponibilidades de mano de obra, que tenía sus dos grandes reservas en la población femenina y en la población agraria deseosa de incorporarse a puestos de trabajo industriales, con la válvula de seguridad adicional que permitía desviar hacia mercados laborales de otros países europeos la mayor parte de la fuerza de trabajo excedente (alrededor de dos millones de emigrantes), lo que hizo posible que la tasa de desempleo se mantuviera en unos niveles muy bajos —alrededor del 2 % a lo largo de la década de los 60.
Durante este periodo de enorme crecimiento —entre 1960 y 1973 fue superior al 7 % anual y en la industria cerca del 10 %— se produjo un cambio estructural en la economía: España dejó de ser un país predominantemente agrario para convertirse en un país industrial—la participación del producto agrario en el PIB bajó del 22,6 % en 1960 al 11,6 % en 1973 y la población activa agraria pasó del 39,8 % en 1960 al 24,9 % en 1970.
El «milagro económico español»» trajo consiguió importantes cambios sociales, aunque en realidad, «lo que define a los años sesenta no es el comienzo del proceso de modernización, sino la reanudación de una historia paralizada por una voluntad política victoriosa al término de una guerra civil», produciéndose así lo que algunos historiadores, han llamado la «paradoja del franquismo»: que «el régimen político que había interrumpido literalmente durante veinte años el proceso de modernización económica y social iniciado en España a finales del siglo XIX [en 1950 el porcentaje de la población activa agraria seguía siendo superior al de 1930]» fue a partir de la puesta en marcha del Plan de Estabilización de 1959 su «nuevo promotor y patrocinador».
«En definitiva, durante los años sesenta fue conformándose una nueva sociedad española cada vez más próxima a sus homólogas de Europa occidental en su estructura, composición, características y grado de desarrollo y diversificación. Una sociedad progresivamente instalada en la cultura del consumo masivo y el disfrute del ocio, con una renta per cápita de 1042 dólares en 1960 que se convirtió en 1904 al término de la década (Italia pasó entonces de 1648 a 2653 dólares)»
Pero los cambios económicos y sociales no estuvieron acompañados de cambios políticos ya que el programa político de los «tecnócratas», que gracias al apoyo de Carrero Blanco consolidaron sus posiciones en las dos remodelaciones del gobierno que se llevaron a cabo en 1962 y 1965, se fijó como objetivo conseguir aumentar el bienestar material de la población para dotar de esa forma de una nueva legitimidad «de ejercicio» al régimen franquista y completar su institucionalización para asegurar su perdurabilidad «después de Franco». Así se aprobó una Ley de Bases de la Seguridad Social en 1963 y en 1966 la Ley Orgánica del Estado, que iba a constituir la última y la más importante de las «leyes fundamentales» del franquismo, ya que haría las veces de una Constitución. Para dotarla de una legitimidad «popular» la Ley Orgánica del Estado fue sometida a referéndum, que se celebró el 14 de diciembre de 1966 y en el que el 95,9 % de los votantes dio su apoyo al sí (sólo el 1,8 % votó no)

DISCURSO DE FRANCO SOLICITANDO EL SI AL REFERENDUM DE 1966 E IMAGENES DEL MISMO.EL FINAL NO TIENE "DESPERDICIO"....

PAPELETAS DE PROPAGANDA DEL REFERENDUM NACIONAL DE FRANCO AÑO 1966
PAPELETAS DE PROPAGANDA DEL REFERENDUM DE 1966

La Ley Orgánica del Estado (1967) fue promulgada durante la tercera etapa del régimen franquista  un gobierno en el que la mayor parte del poder estaba en manos de la familia tecnócrata. Fue aprobada en referendum.Junto con las otras siete leyes fundamentales del régimen se consiguió el proceso de institucionalización del régimen franquista.Tiene como materia fundamental:
  • La separación de cargos de Jefe del Estado y Jefe de Gobierno, aunque eso no impidió que Franco siguiera ostentando los dos hasta 1972, cuando las Cortes eligieron como Presidente del Gobierno a Luis Carrero Blanco.
  • Otro punto importante es el aumento del número de procuradores de las Cortes, incorporando los 102 del tercio familiar que preveía la Ley Constitutiva de las Cortes en 1942, pero que hasta ese momento no habían sido elegidos.
  • Asentamiento de la institución monárquica en España.
  • Contemplación de la posibilidad de crear asociaciones políticas.
Ante el ascenso de los «tecnócratas» los falangistas se «atrincheraron» en la Organización Sindical franquista promoviendo una «apertura» de la misma hacia los trabajadores que la convirtiera en un grupo de presión en el seno del franquismo. Ese fue el proceso que dirigió el ministro José Solís Ruiz y que culminó con las elecciones sindicales de «enlaces» y de «vocales jurados» de finales de 1966, que gozaron de una relativa libertad. Pero estas elecciones no reforzaron las posiciones falangistas, sino todo lo contrario, ya que sirvieron para que la oposición de izquierda a través del movimiento clandestino de las «comisiones obreras» copara muchos de los puestos elegidos. El proyecto «aperturista» falangista de Solís se complementaba con la creación de «asociaciones» dentro del Movimiento, para dotar al régimen franquista de un cierto nivel de «participación» popular en el llamado «contraste de pareceres». Pero su proyecto fue aparcado por la oposición «inmovilista» de los «tecnócratas» y de Carrero —que contaron además con el apoyo total del propio general Franco—, ante el temor de que las «asociaciones» pudieran ser la vía para la reaparición de los partidos políticos.
En realidad los dos únicos éxitos apreciables que lograron los «aperturistas» fueron la aprobación de la Ley de Prensa e Imprenta de marzo de 1966, y la Ley de Libertad Religiosa de junio de 1967. La primera fue promovida por el joven ministro falangista, Manuel Fraga Iribarne, y supuso un notable avance al suprimir la censura previa y autorizar a las empresas editoras a designar libremente al director del diario o de la revista. Sin embargo, la ley imponía unas duras sanciones administrativas, civiles y penales, si se sobrepasaban los numerososos límites que imponía el artículo 2.º
El artículo segundo establecía como causas para limitar la libertad de expresión:

"La libertad de expresión y el derecho a la difusión de información, reconocidas en el artículo primero, no tendrán más limitaciones que las impuestas por las leyes. Son limitaciones: el respeto a la verdad y a la moral; el acatamiento a la Ley de Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales; las exigencias de la defensa Nacional, de la seguridad del Estado y del mantenimiento del orden público interior y la paz exterior; el debido respeto a las instituciones y a las personas en la crítica de la acción política y administrativa; la independencia de los Tribunales y la salvaguardia de la intimidad y del honor personal y familiar."
La segunda ley fue promovida por los católicos franquistas, concretamente por el ministro de asuntos exteriores Fernando María Castiella, de acuerdo con las nuevas orientaciones del Concilio Vaticano II, pero al final impuso fuertes restricciones a las confesiones no católicas. Cómo dijo Carrero: «toda práctica que no sea católica compromete la unidad espiritual de España».
Tras la promulgación de la Ley Orgánica del Estado, la posición de Carrero Blanco se vio reforzada al ser nombrado por Franco en septiembre de 1967 vicepresidente del gobierno. Eso le permitió poner en marcha la «Operación Príncipe» cuyo objetivo era que el general Franco designara como su sucesor al hijo de don Juan de Borbón, el príncipe Juan Carlos de Borbón, que desde 1948 estaba bajo la «tutela» de Franco. El 22 de julio de 1969 Franco lo propuso a las Cortes como «mi sucesor» al frente de una «Monarquía del Movimiento Nacional, continuadora perenne de sus principios e instituciones» y asumiendo el título de Príncipe de España, y aquéllas lo aprobaron por 491 votos a favor, 19 en contra y 9 abstenciones.
FRANCO NOMBRA SUCESOR A EL PRÍNCIPE JUAN CARLOS DE BORBON,QUE JURA LOS CARGOS DEL MOVIMIENTO.
El triunfo incontestado de Carrero con el nombramiento de don Juan Carlos como sucesor acentuó el enfrentamiento en el seno del gobierno entre los «tecnócratas» y los «aperturistas», cuyo episodio final lo constituyó el «escándalo Matesa» que estalló a mediados de 1969, ya que en él se vieron implicados dos ministros del Opus Dei, lo que intentó ser aprovechado por los ministros «aperturistas», Solís y Fraga, para desbancar a los «tecnócratas» del gobierno —difundiendo los hechos en la prensa del Movimiento que ellos controlaban—. Sin embargo, el resultado final fue el contrario al esperado: el Opus Dei salió reforzado al aceptar Franco las demandas de Carrero a favor de un «gobierno unido y sin desgaste». Así nació en octubre de 1969 el «gobierno monocolor», un término que fue acuñado por sus adversarios al estar integrado casi exclusivamente por «tecnócratas» del Opus Dei o por personas afines o leales a Carrero Blanco o a López Rodó. Carrero fue ratificado en la vicepresidencia pero ejerciendo las funciones de presidente real, pues el almirante recibiría en adelante a los ministros y despacharía semanalmente con ellos, y los tres ministros «aperturistas»—Fraga Iribarne, Solís y Castiella— salieron del gobierno

Los movimientos sociales y políticos de la década de los 60 en la España franquista.

Los cambios sociales provocados por el acelerado crecimiento económico de la «década prodigiosa de los 60» revivificaron viejos conflictos y abrieron otros nuevos.
El primer y más importante desafío al que tuvieron que hacer frente los gobiernos franquistas fue el retorno de la conflictividad obrera que arrancó con la huelga minera de Asturias de 1962 y que dio nacimiento a las «comisiones obreras» que surgieron espontáneamente para negociar directamente con los patronos los convenios colectivos al margen de la Organización Sindical oficial.
HUELGA DE LOS MINEROS DE ASTURIAS ("HUELGONA") AÑO 1962
Un segundo frente del que tuvo que ocuparse el régimen fueron las protestas estudiantiles en la Universidad que obtuvieron el apoyo de algunos catedráticos —como José Luis López ArangurenEnrique Tierno Galván y Agustín García Calvo, que fueron expulsados de la Universidad de Madrid por esa causa— y que lograron la disolución del SEU (Sindicato Español Universitario creado por la Falange).
Un tercer ámbito de oposición, que fue el que mayor desconcierto causó en el régimen y en el propio Franco, fue la aparición de sectores católicos que se oponían al franquismo, un fenómeno directamente relacionado con el nuevo rumbo pastoral y democratizador del Concilio Vaticano II. Así numerosos católicos progresistas —y también sacerdotes— participaron en las protestas obreras y estudiantiles, además de servir las iglesias como centros de reunión, aprovechando la inmunidad de la que gozaban gracias al Concordato de 1953. Como resultado de esas actividades de oposición, unos cien sacerdotes y frailes pasaron por la cárcel concordataria de Zamora entre 1968 y 1975.
También resurgieron las reivindicaciones culturales y políticas en Cataluña y en el País Vasco. El acto de protesta que suele señalarse como el inicio del renacimiento del nacionalismo catalán fueron los sucesos del Palau de la Música al que siguieron la fundación de la primera organización cultural catalanista, Omnium Cultural y la primera convocatoria desde la guerra civil para celebrar la (ilegal) «diada nacional» del 11 de septiembre.
En cuanto al nacionalismo vasco, el renacimiento nacionalista también fue el resultado de la actividad de las nuevas generaciones surgidas tras la guerra que rechazaban el supuesto conformismo y pasividad del PNV y del gobierno vasco en el exilio. Así fue como surgió en julio de 1959, un nuevo partido nacionalista llamado ETA (Euskadi Ta Askatasuna: «Patria Vasca y Libertad»), que en 1962 se definió como «movimiento revolucionario de liberación nacional» y que acabó optando por la «lucha armada» para poner fin a la «opresión del pueblo vasco» que llevaba a cabo la dictadura franquista. En agosto de 1968, ETA asesinaba en Irún a un comisario de policía acusado de torturador. Desde entonces, la actividad terrorista de ETA —otro muerto en 1968, uno en 1969, un secuestrado en 1970— se convertiría en el primer problema político y de orden público del franquismo, que respondería al desafío con una represión general e indiscriminada en el País Vasco de enorme dureza.
En este contexto de creciente conflictividad obrera, estudiantil, eclesiástica y regional los partidos y organizaciones obreras (PSOEUGTCNTPCE) se reconstruyeron en el interior, y de ellos el grupo más activo, mejor organizado y con mayor militancia fue el Partido Comunista de España.
Precisamente fue sobre estas organizaciones de la izquierda obrera sobre las que se cebó la represión franquista, siendo el caso del dirigente comunista Julián Grimau, ejecutado en abril de 1963 por unos presuntos crímenes cometidos durante la guerra civil, el que levantó una mayor oleada de protestas en toda Europa. Como consecuencia de ellas los «delitos políticos» pasaron de la jurisdicción militar a la civil, al crearse el Tribunal de Orden Público (TOP). El TOP en los cuatros primeros años de actividad incoaría más de 4.500 sumarios por delitos de «propaganda ilegal», «asociación ilícita», «reunión ilegal», «manifestación ilegal», «difamación del Jefe del Estado», etc
 ASESINATO JULIAN GRIMAU,EJECUTADO EN 1963
Fuera del ámbito de la izquierda obrera, también surgieron algunos grupos encabezados por personalidades destacadas, como los demócrata-cristianos de José María Gil Robles —el antiguo líder de la CEDA—, de Manuel Giménez Fernández —también exmiembro de la CEDA— o del exministro Joaquín Ruiz Giménez —que en 1964 fundó la revista Cuadernos para el Diálogo, que pronto se convertiría en el principal órgano de expresión «tolerado» de la oposición antifranquista—, los socialdemócratas del antiguo falangista Dionisio Ridruejo, o los monárquicos de Joaquín Satrústegui —que seguían fieles a don Juan de Borbón—. El acto de mayor repercusión de estos grupos tuvo lugar en junio de 1962 con motivo de la celebración en Múnich del IV Congreso del Movimiento Europeo en el que se opusieron a la entrada del régimen franquista en la Comunidad Económica Europea (CEE), por lo que la prensa franquista la llamó el «contubernio de Múnich». La CEE ya había declarado que «los estados cuyos gobiernos carecen de legitimidad democrática y cuyos pueblos no participan en las decisiones gubernamentales ni directamente ni mediante representantes elegidos libremente, no pueden pretender ser admitidos en el círculo de los pueblos que forman las Comunidades Europeas».
Por otra parte, en el ámbito internacional, la dictadura franquista hizo frente durante este período por una parte a las demandas por aparte de la ONU con respecto a los territorios de la Guinea Española. En noviembre de 1965, la IV Comisión de la Asamblea de la ONU, aprobó un proyecto de resolución en el que se pedía a España que fijase lo antes posible la fecha para la independencia de Guinea Ecuatorial. En diciembre de 1966 el Consejo de Ministros del Gobierno español acordó preparar una Conferencia Constitucional sobre el tema. En octubre de 1967 se inauguró dicha Conferencia, presidida por Fernando María Castiella, ministro español de Asuntos Exteriores. Los trabajos de la Conferencia llevaron a la independencia de Guinea Ecuatorial en octubre de 1968, y a la crisis diplomática entre España y Guinea Ecuatorial de febrero de 1969. Por otra parte, como producto de otra crisis diplomática con el Reino Unido, en junio de ese mismo año se inició el cierre de la Verja de Gibraltar.
El franquismo detuvo la «gran transformación» social que se estaba produciendo en España desde los inicios del siglo XX. La sociedad de las dos primeras décadas de la posguerra española —del primer franquismo— se caracterizó por ser una sociedad «reprimida, regimentada, recatolizada y autárquica».Una sociedad reprimida porque «las nuevas autoridades se propusieron erradicar todo lo que la sociedad liberal del medio siglo de restauración y todo lo que la sociedad democrática de cinco años de República había, mal que bien, visto surgir». Sobre la clase media y la clase obrera «cayó un terror sistemático, administrado sin tasa por consejos de guerra hasta bien entrados los años 1950».Una sociedad regimentada porque todas las actividades económicas y sociales fueron sometidas a un estricto control del «partido único» Falange Española Tradicionalista y de las JONS y de sus organismos dependientes como la Organización Sindical Española, el Frente de Juventudes o la Sección Femenina que formaron una «penetrante red de jefaturas de todo tipo que se extendía sobre el cuerpo de la sociedad». Una sociedad recatolizada porque la Iglesia católica con el apoyo del Nuevo Estado, especialmente tras la derrota de los fascismos en la Segunda Guerra Mundial, emprendió una vasta empresa de recuperación de la influencia social perdida a través del control total del sistema educativo y del dominio de los espacios públicos, «escenarios permanentes de magnas ceremonias cívico religiosas y de procesiones». Una sociedad autárquica, aislada del mundo exterior, en la que se rompieron «todos los vínculos que durante los decenios anteriores había establecido un esforzado núcleo de la intelligentsia española», y cuyo resultado fue en el terreno económico «un largo periodo de hambre y miseria que se tradujo para millones de españoles en un descenso hasta alcanzar el nivel de subsistencia». «Ésa fue la sociedad que instauró la dictadura. Medir el daño es imposible; pero es indudable que fue infligido a conciencia y con pleno éxito»

FRENTE DE JUVENTUDES  SECCION FEMENINA,LA SOCIEDAD EN EL FRANQUISMO
La reanudación de la «gran transformación» se produjo a partir de 1960 como consecuencia del «milagro económico español», produciéndose así, la paradoja del franquismo: que «el régimen político que había interrumpido literalmente durante veinte años el proceso de modernización económica y social iniciado en España a finales del siglo XIX [en 1950 el porcentaje de la población activa agraria seguía siendo superior al de 1930]» fue a partir de la puesta en marcha del Plan de Estabilización de 1959 su «nuevo promotor y patrocinador». Así, «durante los años sesenta fue conformándose una nueva sociedad española cada vez más próxima a sus homólogas de Europa occidental en su estructura, composición, características y grado de desarrollo y diversificación. Una sociedad progresivamente instalada en la cultura del consumo masivo y el disfrute del ocio.

 El «milagro económico español»de la década de los 60.

El "milagro económico" fue iniciado por las reformas impulsadas por los llamados "tecnócratas" que, con la aprobación de Franco, establecieron políticas para impulsar el desarrollo en España bajo la dirección del Fondo Monetario Internacional. Los tecnócratas eran una nueva clase de políticos que sustituirá a la vieja guardia falangista. La aplicación de estas políticas tomó la forma de planes de desarrollo y fue un éxito en gran medida: España disfrutó de la segunda mayor tasa de crecimiento en el mundo, un poco por detrás de Japón, y se convirtió en la novena economía más grande del mundo, sólo después de Canadá. España se unió a los países industrializados, dejando atrás la pobreza y el subdesarrollo endémico que había experimentado desde la pérdida de la mayoría de su imperio en el siglo XIX.
Sin embargo, este crecimiento descuidado y auspiciado por el Estado, dejó latentes sus carencias con la llegada de la crisis de los años 70. No sólo causó graves daños ecológicos, dejó una estela de gran corrupción y produjo una focalización industrial desigual (dejando a muchas regiones en la absoluta pobreza), sino que además acabó provocando males endémicos que aún hoy son materia económica pendiente para España.
La recuperación se basó principalmente en la apertura al exterior, la inversión pública, el desarrollo de infraestructuras y en la apertura de España como destino turístico. El milagro terminó con el periodo de la autarquía y podría ser considerado como la respuesta a la crisis económica de España después de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial. En el crecimiento económico se registraron mejoras notables en el nivel de vida y el desarrollo de una clase media. Aunque España hasta su entrada en la Comunidad Europea en 1986, siguió siendo económicamente menos avanzada en relación con el resto de países de Europa Occidental (con excepción de PortugalGrecia e Irlanda), no obstante, el crecimiento general continuó y en pocos años alcanzó niveles similares al resto de países europeos. España se convirtió en la quinta economía más grande de la UE y, en términos absolutos, la duodécima del mundo.
El milagro español se alimentaba de un éxodo rural y en la nueva clase de trabajadores en la industria.  El auge económico condujo a un excesivo e incontrolado aumento del sector de la construcción en la periferia de las principales ciudades españolas para dar cabida a estos nuevos trabajadores que llegaban desde el campo.
Las principales mareas migratorias se produjeron desde el sur de España hacia las zonas industrializadas de Cataluña y País Vasco. También, en este tiempo, Madrid se convirtió en una ciudad de servicios y negocios, lo que también aumentó su población, requiriéndose vivienda nueva en grandes cantidades. Este fenómeno incrementó el empleo en el sector de la construcción.

 PLACAS IDENTIFICATIVAS DE LAS VIVIENDAS DE PROTECCION OFICIAL EL FRANQUISMO.AÚN PRESENTES EN CIERTOS EDIFICIOS EN LA ACTUALIDAD.
Estando corta de recursos naturales, la apertura de España al turismo masivo atrajo al país un gran número de divisas que se utilizaron para pagar las importaciones de capital (maquinaria, etc) necesarias para una rápida expansión de las infraestructuras y de la industria. Esta mano de obra intensiva de la industria también proporcionó mucho empleo.
Se produjo una expansión de las industrias en las antiguas áreas industriales, en el País Vasco y de la costa norte de Ferrol (metalurgia, construcción naval), en los alrededores de Barcelona (automóviles, maquinaria, textil, petroquímica) y el surgimiento de Madrid como una zona industrial y comercial importante. La industria del automóvil fue una de las locomotoras más potentes del milagro español: de 1958 a 1972 creció a una tasa compuesta anual del 21,7%. En 1946 había 72.000 vehículos privados en España, en 1966 había 1 millón. Estas cifras son únicas en el mundo. El símbolo del desarrollo fue el automóvil SEAT 600, versión del FIAT 600 italiano, producido por la empresa española SEAT. Más de 794.000 de ellos se construyeron entre 1957 y 1973.
 IMAGENES DE SEAT EN LA ZONA FRANCA DE BARCELONA AÑOS 60 Y 70
La crisis del petróleo de 1973 y 1979, terminó este crecimiento "milagroso" y a partir de entonces, la economía siguió una trayectoria ascendente más leve. 
La distribución de los efectos del milagro económico de los años 60 fue muy irregular. Mientras algunas regiones, como MadridCataluña y País Vasco multiplicaron su empleo y renta per cápita, otras no abandonaron el subdesarrollo y el impacto de este período de crecimiento económico fue prácticamente inexistente, como ExtremaduraCastilla La Mancha y en menor medida Andalucia.
En los lugares favorecidos por el desarrollismo y la industrialización surgió, por primera vez en España, el fenómeno de la clase media: la persona con trabajo estable e ingresos suficientes para mantener una familia, comprar una vivienda, y por primera vez disfrutar de un automóvil y un alojamiento turístico durante sus vacaciones. Durante el milagro, coincidente con la Edad de oro del capitalismo, los niveles de vida de la España rica se acercaron a los de la Europa desarrollada. El crecimiento económico, unido a la perviviencia y omnipresencia del régimen, fueron los artífices de que una parte importante de esta nueva clase media considerase el final de la dictadura franquista como un modelo social y laboral exitoso (véase «Con Franco vivíamos mejor»).
En cambio, la mitad sur del país, de población mayoritariamente joven, pero de escasa industrialización, se estancó su demografía debido a la emigración, no sólo a las áreas ricas de España, sino también al resto de Europa. Estas regiones continuaron enclavadas en el atraso económico y social, perdurando problemas como el analfabetismo o la insuficiencia de servicios públicos básicos hasta décadas después del milagro, si bien en todos estos lugares el régimen fomentó la vivienda de protección oficial (los afamados pisos del yugo y las flechas) como medida de emergencia social. Las excepciones a este estancamiento económico en el sur fueron el Levante y la provincia de Málaga, que encontraron en el fenómeno naciente del turismo de sol y playa una fuente de ingresos y crecimiento económico.
EMIGRACIÓN DE ESPAÑOLES A EUROPA PRINCIPALMENTE A FRANCIA Y ALEMANIA.
Las diferencias entre densidad de población entre los territorios de España se agudizaron, quedando un reducido número de zonas muy densamente pobladas (la costa mediterránea, el País Vasco y Madrid) y un gran desierto demográfico en el interior de la Península (excepto el ya citado núcleo de la capital). Estos desequilibrios demográficos en la Península continúan en la actualidad, agravados por el envejecimiento de la población.